martes, 4 de enero de 2011

Kawillaca, el origen de las Islas en el Mar de Lurín

(Leyenda costeña)


En tiempos muy antiguos, anduvo paseándose con su yacolla (manto) y su cusma (túnica) tomando la apariencia de un pobre hombre, harapiento, pobrísimo, por entre las comarcas de estos reinos. Sin saber de quién se trataba, algunos hombres lo trataban de mendigo y murmuraban al verlo: “miserable y pobre piojoso”. Sin embargo, este hombre poseía poder sobre los otros.

Por aquellos tiempos, había una doncella llamada Kawillaca. Era una doncella a la que todos admiraban, porque era muy hermosa, de belleza sin par, por eso muchos hombres la deseaban. Pero ella lo sabía, por eso no se inmutaba por tan grandes aprecios a su persona. Ella a todos los rechazaba de plano, sin que ninguna huaca la llegase a convencer o seducir, menos a conquistar, porque ella tampoco lo deseaba así.

Sucedió que la doncella Kawillaca, estaba tejiendo debajo de la sombra de un lúcumo. Al saber de esto, Cuniraya, que tenía muchas cualidades sobrenaturales, porque también era sabio, se convirtió en pájaro y subió al árbol. Ya en la rama tomó una lúcuma madura, le echó su germen masculino e hizo caer el fruto delante de la mujer, muy cerca de ella. Ella tomó el fruto y sin vacilar se lo comió. Así quedó embarazada, sin haber tenido contacto físico con ningún hombre.

Pasados los nueve meses, como suele suceder con las mujeres, ella llegó a alumbrar, pese a ser todavía una joven doncella. El primer año crió sola a su huahua, amamantándola. Ella siempre se interrogaba quién podría ser el padre de la criatura y no tenía respuesta. Y cuando la criatura llegó a cumplir un año y ya gateaba, mandó a llamar a todas las huacas y huillcas para saber quién era el padre. Se afirma que cuando escucharon el mensaje, todas las huacas se sintieron regocijados y con sus mejores vestidos y atuendos, asistieron al llamado, cada uno convencido de ser a quien Kawillaca amaría. Este encuentro se dio allá en donde empieza el río Lurín, por donde se hallan majestuosas montañas y donde se encuentra la pacarina de Pariacaca. Tras la congregación, los huacas sagrados decían al unísono: “A mí ha de quererme, a mi ha de amarme”.

En el lugar se sentaron a esperar la propuesta soñada. Al instante, salió la mujer con su hijo en los brazos y se dirigió a ellos preguntándoles quién era el padre, y al no encontrar respuesta dijo que iba a dejar que el propio niño reconociera a su padre. En ese momento Cuniraya Wiracocha, del que se decía era un ser despreciable. Se sentó humildemente muy cerca de la congregación de los señores, vestido de pobre, todo andrajoso y pestilente, y a quien en todo momento ignoraron. La mujer al pasar cerca de él se dijo en su adentro: “Mi hijo no puede ser de un miserable harapiento”.

En tanto nadie decía nada, ella decidió ejecutar su plan, y a la huahua le habló

— Escoge, entre los señores principales que aquí veis, a tu padre.

Y así fue, la criatura empezó a gatear, pasó de largo donde se encontraban las huacas sagradas hasta donde estaba sentado tranquilamente Cuniraya, su progenitor. Kawillaca se sintió humillada al ver que su hijo había escogido al hombre harapiento, y enfurecida dijo:

— ¡No puede ser! ¡No es posible que un hombre tan miserable sea el padre de mi hijo! ¡Nunca!

Y diciendo esto le arrebató a la criatura de sus brazos y fugó del lugar hacia el mar, río abajo. Mientras Cuniraya Wiracocha viendo la huida, enseguida se vistió delante de todas las huacas, son su traje de oro y gritó: “Kawillaca, espérame, mírame, contémplame; ahora soy otro, ahora visto con mis mejores trajes y mi oro, ahora soy hermoso”. Pero Kawillaca no se percató. Seguía avanzando camino abajo, sin volver los ojos a Cuniraya Wiracocha, hacia el mar.

En su recorrido por encontrar a Kawillaca se encontró primero con un cóndor, a quien le preguntó:

Hermano cóndor, ¿en dónde te encontraste con la doncella que llevaba una criatura en sus brazos? Y el cóndor le contestó:

Está muy cerca de este lugar, por aquí pasó hace poco. Sigue ese camino y has de encontrarla pronto.

Y Cuniraya Wiracocha, le dijo:

Hermano cóndor, por haberme dado una buena noticia de Kawillaca, te deseo larga vida. Serás el amo de los cielos.

En su recorrido encontró a un zorrino, a quien le preguntó lo mismo que al cóndor y el zorrino respondió:

Es en vano que sigas buscándola, ella está ya muy lejos, ya no la encontrarás.

Por haberme dado una respuesta mala –dijo Cuniraya– te condeno a no caminar durante el día, los hombres te odiarán y apestarás.

Siguió. En su trayecto hacia el mar se encontró con un puma que, a la misma pregunta, le respondió:

Estás muy cerca de aquí, si te apuras la alcanzarás. Cuniraya, alentado, respondió:

Serás muy amado por tus grandes dotes, como nunca nadie lo fue.

Después se encontró con el zorro, quien le dijo que Kawillaca estaba muy lejos y que no la alcanzaría.

Cuniraya, enfurecido, le dijo:

Todo el odio de los seres caerá sobre ti, te dirán que eres el más malvado de todos, te odiarán mucho.

También, en su camino, se encontró con un halcón que le dijo:

Kawillaca se encuentra muy cerca e inclusive ya estás muy pronto a alcanzarla. Cuniraya, le dijo:

Tendrás felicidad a tu lado, comerás picaflores y otras aves.

Siguiendo la misma ruta se encontró con un lorito. El lorito le mencionó:

Kawillaca va muy lejos de aquí, ya no te será encontrarla. Cuniraya, le maldijo:

Caminarás gritando, fuertemente y tu intención de destruir las cosechas serán inmediatamente avisada para ahuyentarte del lugar.

De ese y otro modo, a cada cual que le daba una buena noticia, Cuniraya Wiracocha le daba parabienes y sus gracias, le dotaba de dones y de un buen porvenir. Y si era todo lo contrario, es decir, si les daban malas noticias, lleno de furia los condenaba para toda su vida. Así llegó a la misma orilla del mar.

Kawillaca se mostraba triste y dispuesta a sacrificarse por haber tenido un hijo de un miserable y harapiento, lo que para ella era significaba una deshonra sin límite. Su huida hacia el mar era para quitarse la vida, por eso decía: “Por haber parido un hijo de un hombre inmundo, despreciable, me quitaré la vida para siempre, desapareciendo en la inmensidad del mar”, y así se arrojó al agua, convirtiéndose en dos grandes piedras, las mismas que tienen semejanza a la de dos seres humanos, mar adentro, en las tranquilas aguas que están frente al oráculo sagrado de Pachacamac.


Cuando Cuniraya presenció lo ocurrido, entró al agua, provocando que las aguas se agitaran. Fue por esta razón, dicen los viejos ychmas, que se convirtió castilla; “el antiguo mundo también a otro mundo va”.


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